miércoles, 11 de julio de 2007

Las Puertas del Cielo

Como se ha podido comprobar, hoy día, continúan las discusiones acerca de qué es lo que dota a los instrumentos fabricados por un oscuro maestro cremonés de un sonido sin igual. El barniz, la madera, la construcción…
Especialistas de todos los campos han tratado de imitar, sin conseguirlo, ese sonido potente y único que los caracteriza, pero seguimos igual de perdidos que al principio. Nadie ha conseguido ofrecer una explicación determinante.
Por fortuna, aun quedan unos cuantos instrumentos capaces de llevarnos, como dicen algunos relatos, hasta las Puertas del Cielo.

anecdotario

Anécdotas. Son innumerables las anécdotas que a lo largo de estos siglos, desde que Antonio Stradivarius se convirtiera en el luthier más preciado de la historia del violín, han adornado y ayudado a crecer la leyenda del genio de Cremona. Pondremos aquí alguna de ellas, no por inverosímiles menos ciertas.
Como es normal, la primera habla de cómo estos instrumentos figuran a la cabeza de los más falsificados a lo largo de los tiempos. Teniendo en cuenta que Stradivarius en toda su vida fabricó algo más que un millar de ellos y que actualmente se calcula, quedan unos 600, si usted en el desván de su casa encuentra uno de ellos con una cruz de Malta con las iniciales A.S., encerradas en doble círculo (el sello particular de Stradivarius) o alguien le intenta vender uno con un documento que garantiza su autenticidad por un valor inferior a los dos millones de euros, sospeche que se trata de una de estas falsificaciones.
También, tampoco podía ser de otra manera, los stradivarius tienen el dudosa privilegio de ser los más robados. A lo largo de los tres siglos de historia se han robado y vuelto a robar de las formas más sorprendentes, siendo en ocasiones recuperados y en otras, desapareciendo hasta el día de hoy. Así mismo como obras de arte que son, sus movimientos suelen pasar desapercibidos, siendo comprados y vendidos en el mercado negro.
El Diamante Rojo un violín de 1732 era propiedad de un tal Sascha Jacobsen de la Orquesta Filarmónica de los Ángeles. En 1953 cuando viajaba en su coche fue sorprendido por un aguacero que mueve el coche hasta un torrente y se lleva el violín sin que su propietario pudiera hacer nada por impedirlo. Al día siguiente un abogado de los Ángeles caminaba por la playa y se encontró el estuche de un violín atascado en la arena. La funda estaba llena de arena, agua y el violín roto. El abogado casualmente era amigo del director de la orquesta y finalmente Jacobsen recuperó el violín.
El violonchelo conocido como el Piatti, después de pasar por Inglaterra y por manos del violonchelista que le daría el nombre, Piatti, llegó a manos de la familia judía Mendelsshon en Alemania. Cuando llegó el nazismo, esta familia poderosa fue nombrada aria honoraria. Sin embargo no se fiaban de los nazis y sacaron todas las obras de arte que pudieron lo cual estaba absolutamente prohibido. Francesco Mendelsshon que era el que tenía el violonchelo, se fue a vivir cerca de la frontera con Suiza. Allí compró un espantoso violonchelo y una funda a juego y en bicicleta pasó la frontera, aduciendo que iba a tocar con unos amigos. Los guardias revisaron el instrumento y le dejaron pasar. Esto lo hizo varias veces hasta que los guardias se confiaron y ya no le revisaban, la funda, pasando en una de esas ocasiones el verdadero Piatti.
El tal Francesco, emigró después a EEUU donde se dio a una vida disoluta de mujeres y alcohol. Una de las noches en que llegaba a casa borracho, se dejó en la entrada el Piatti y a la mañana siguiente pudo ser salvado por la criada de este cuando ya el camión de la basura se disponía a recogerlo.
Antonio Stradivarius se casó dos veces y tuvo un total de 11 hijos. A pesar de su numerosa descendencia, solamente dos de sus hijos continuaron sus pasos pero, al decir de su propio padre, eran mediocres, por lo que la dinastía se acabó ahí.
Ningún violín de Stradivarius (ni de otros luthiers viejos) conserva su forma original. Todos han sufrido profundas transformaciones, muchas de ellas durante las primeras décadas del siglo XIX por el luthier francés J.B. Villaume (1.798-1.875), con la intención de adaptarlos. De esta forma las diferentes teorías sobre los supuestos componentes secretos de Stradivarius, parecen no tener demasiada relevancia.
El último violín fabricado por Stradivarius (en 1737, cuando el maestro tenía, ¡95 años!) lleva el nombre del Canto del Cisne en honor a su irrepetible creador.
Se considera que solo hay unas 10 o 12 personas en el mundo capacitadas para decir si un violín es autentico o no.
Los violines stradivarius han inspirado diversas novelas y películas. También han sido motivo por el que han muerto diferentes personas. Una de las últimas ha sido un militar argentino retirado que en el 2002 fue asesinado y descuartizado y cuyos trozos aparecieron flotando en el río. Tres años más tarde la policía encontró una conexión entre el asesinado y un violín stradivarius que había pertenecido a éste.

La leyenda

Leyenda. Una extraña leyenda habla del secreto que Antonius Stradivarius guardaba en su Biblia que, en modo alguno sería la tan codiciada fórmula de la composición de su ya famoso barniz.
Según esta leyenda, lo que Stradivarius habría escondido en su Biblia particular y que luego le fue sustraída, era cierta fórmula alquímica, de la que nadie es capaz de explicar cómo pudo obtener.
Esta misteriosa fórmula tendría algún tipo de relación con la música de las esferas de la que hablaba el famoso matemático y filósofo griego Pitágoras.
Pitágoras (c. 582-c. 500 a.C.), autor del conocido teorema que lleva su nombre, fue autor de la primera escala musical, la llamada escala natural. Para este filósofo las distancias entre los planetas, las esferas, tenían las mismas proporciones que existían entre los sonidos de la escala musical que eran considerados entonces como armónicos o consonantes. Cada esfera producía el sonido que un proyectil hace al cortar el aire. Las esferas más cercanas daban tonos graves, mientras que las más alejadas daban tonos agudos. Todos estos sonidos se combinaban en una hermosa armonía: la música de las esferas. No fue el sabio griego el único en defender esta teoría.
Según antiguos relatos que podemos encontrar en la tradición egipcia, hindú, incluso de las culturas mayas, el Universo permaneció durante milenios Armonizado, hasta el momento en que el hombre con su soberbia, desobedeció las leyes divinas. Desde ese momento, la música de las estrellas se desafinó, causando todos los males que actualmente nos rodean.
Curiosamente estos relatos tienen su correspondencia en la base de las tres religiones más extendidas. Cristianismo, islamismo y judaísmo, hablan de cómo el hombre fue expulsado del Edén (la armonía) por su pecado y desde entonces sufre en un mundo que le resulta cruel.
De esta forma, Antonio Stradivarius habría tenido acceso, posiblemente gracias a alguna antigua logia de origen egipcio, de la fórmula capaz de reestablecer el Orden Universal, es decir, la manera de afinar la pitagórica música de las esferas. Fórmula que transcribiría en su Biblia personal y en la que, según la leyenda, ciertos instrumentos por él fabricados, tendrían una importancia determinante.

La Biblia de Stradivarius

La Biblia de Antonio Stradivarius. En 1704 el genio de Cremona (norte de Italia), decidió anotar la fórmula de su éxito. Según él, el secreto radicaba en la composición del barniz de color dorado rojizo que los artesanos de Cremona aplicaban a los instrumentos de cuerda. Así pues, escribió la fórmula en la cara interior de una de las tapas de su Biblia. Tal vez por motivos comerciales, el uso de ese barniz se fue abandonando con el tiempo y cuando la Biblia de Stradivarius se perdió años después, con ella se perdió el secreto.
Desde entonces, los constructores de violines han pugnado en vano por descubrirlo de nuevo. Se sabe que, a diferencia de los demás barnices de la época espesos, aceitosos y que se secaban deprisa, limitando la gama de sonidos del instrumento, el de Cremona era poco denso y poco graso, y se secaba lentamente, formando una fina capa elástica sobre la madera, que permitía a los instrumentos emitir tonos muy melodiosos.
A los 22 años, cuando hacía diez que había ingresado de aprendiz en el taller del reputado constructor de violines Nicolo Amati, Stradivarius comenzó a firmar los instrumentos que fabricaba. En un principio imitaba los instrumentos pequeños y sólidos de su maestro, pero a partir de 1684 comenzó a construir violines más anchos y largos, los stradivarius largos.

el secreto de su perfección

El barniz. Durante muchos años se ha achacado la excelencia de calidad en los instrumentos del luthier cremonés a la composición del barniz (aún hoy desconocida) con la que el genio lacaba sus creaciones.
El Dr. Joseph Nagyvary, un químico húngaro, que se formó con los Premios Nobel Paul Karrer (Suiza) y Alexander Todd (Gran Bretaña) antes de su traslado a Estados Unidos, donde, desde 1968 es catedrático de Bioquímica y Biofísica en la Universidad de Texas, se interesó por los violines en su juventud, en Zurich, cuando hacía sus primeras prácticas en un violín que había pertenecido a Albert Einstein.
Sus conclusiones sobre los estudios realizados, las ha expuesto en diversas publicaciones y en 120 conferencias auspiciadas por la American Chemical Society. La observación inicial fue la de los terribles efectos de las termitas sobre muebles e instrumentos musicales en el Norte de Italia mientras que los Stradivarius no solían sufrir estos daños. Ello le llevó a la búsqueda de las posibles sustancias insecticidas usadas en el pasado con efectos acústicos, lo que le condujo a: 1) el bórax, insecticida, polimerizante y endurecedor de la madera lo que produce que el sonido sea más brillante; 2) fungicidas como la resina gomosa de los árboles frutales; 3) polvo de vidrio triturado, usado como antitermita.
El secreto, para Nagyvary, radica en unos violines perfectamente construidos, usando maderas con un tratamiento previo prolongado remojante que facilita la apertura de sus poros y, de forma fundamental, en el tratamiento final de la madera con una mezcla equilibrada y adecuada de las tres sustancias anteriormente citadas.
Nagyvary, está reproduciendo estos procedimientos para fabricar violines que comercializa y, como prueba de su acierto aduce que en diversas audiciones realizadas por especialistas y virtuosos, éstos no han logrado distinguir entre un violín stradivarius y un violín nagyvary. Una de las últimas pruebas ha sido la grabación de un CD comercial en el que la excelente violinista Zina Schiff usa uno u otro tipo de violín para interpretar, entre otras, piezas de Bach y Stravinsky. Cuando 20 especialistas escucharon el CD e intentaron distinguir el instrumento usado en cada caso, el porcentaje de fallos y aciertos fue similar, el 50%, es decir, el correspondiente al mero azar (Se puede encontrar muestras de estas grabaciones en http://www.nagyvaryviolins.com/).
Como modelo de las opiniones favorables a las ideas del profesor Nagyvary se puede citar la del Dr. Pavlath, presidente de la American Chemical Society (ACS): Él ha sido el pionero del paradigma químico en la manufactura de violines. Muchos de nosotros hemos sido persuadidos por él de que el Santo Grial de la manufactura de violines hay que hallarlo en la química de los materiales… Y el virtuoso violinista Isaac Stern opina: El conocimiento del Dr. Nagyvary sobre la calidad tonal de los grandes violines así como sobre sus métodos de construcción hace que su trabajo tenga hoy un valor especial para nosotros.
Sin embargo otros expertos rechazan esta teoría. Según ellos el análisis realizado sobre el barniz de los stradivarius ha mostrado que el barniz no es diferente al usado por muchos fabricantes de muebles de la épocas de Stradivari. Claire Barlow y sus compañeros de trabajo en la Universidad de Cambridge, por ejemplo, han usado la microscopía de electrones para identificar muchos de los ingredientes importantes del barniz, y los materiales que son usados para alisar la superficie antes de que el barniz sea aplicado. El resultado indica que podría haber sido fácilmente comprado en cualquier droguería cercana al taller de Stradivarius, sin que haya ningún indicio convincente para apoyar la idea de una fórmula secreta.
Además la fotografía ultravioleta ha revelado que muchos violines italianos han perdido casi todo su barniz original, y fueron barnizados de nuevo más tarde. La composición del barniz improbablemente será por lo tanto el secreto perdido hace mucho.

La sangre de dragón. Una de las explicaciones que se ha dado para explicar la sonoridad única, y unida a la teoría del barniz, es el componente secreto que llevaba este, traído desde el lejano Oriente y que se trataría de un producto desconocido de textura gomosa y un color rojizo lo que daría ese color a los intrumentos que, por aquella época, solían ser de color amarillento, siendo Stradivarius el primero en cambiarlo. Esta sustancia sería responsable de que la superficie del instrumento quedase, una vez seco, como la superficie de un cristal, lo que eliminaría las imperceptibles desviaciones sonoras producidas por las microscópicas imperfecciones en las tapas.

El tratamiento de la madera. El secreto de las extraordinarias propiedades acústicas de los famosos violines Stradivarius , creados por el artesano Stradivari, se debe al tratamiento químico que se aplicaba a la madera en la región de Cremona (Italia) en el siglo XVIII, según un estudio de investigadores de la Texas A&M University de Estados Unidos que se publica en la revista Nature.
Los investigadores analizaron la madera utilizada para confeccionar estos instrumentos y sus resultados revelaron que la madera de arce utilizada por estos artesanos del siglo XVIII podría haber sufrido un proceso químico para preservarla y aumentar la calidad de su sonido.
Los investigadores utilizaron espectroscopia de infrarrojos y resonancia magnética nuclear para analizar la materia orgánica en pequeñas virutas de madera que fueron tomadas del interior de cinco instrumentos antiguos durante su reparación.
Al comparar estas muestras con otras actuales de tonos de madera del centro y este de Europa, descubrieron evidencias de tratamientos químicos de los instrumentos creados por los maestros de la confección de violines que no se encontraban en aquellos realizados en París y Londres por sus colegas contemporáneos o en los instrumentos actuales de madera.
Los investigadores creen que estas diferencias originadas por la práctica regional de preservación de la madera fueron las que afectaron a las propiedades acústicas y mecánicas de los instrumentos. Los expertos consideran que conocer mejor la química de este proceso podría conducir a mejoras en la producción de los violines modernos.

La madera utilizada. Estudios recientes han llevado a pensar que el secreto de la sobresaliente sonoridad de los stradivari tiene su origen en la madera de la que están hechos.
Los investigadores piensan que, posiblemente por problemas económicos (los instrumentos de este fabricante no conocían los precios desorbitados actuales) Antonio Stradivari utilizó el maderamen de los numerosas galeras hundidos en la costa de Venecia para su elaboración.
Esta madera al llevar tanto tiempo sumergida, garantizaría, a juicio de los expertos, una pureza insuperable y al secarse un perfecto sellado de sus poros.
Sin embargo los detractores de esta teoría alegan que de ser cierta, no explicaría el motivo por el que otros luthiers, que presumiblemente utilizarían como Stradivari estas maderas, no consiguieron una calidad similar.

El clima. En la revista Dendrochronologia, en julio de 2003, Henri Grissino-Mayer, de la Universidad de Tennesee, experto en la determinación del tiempo mediante el estudio de los anillos de crecimiento de los troncos, y Lloyd Burckle, un climatólogo de la Universidad de Columbia, exponen una idea revolucionaria. Según estos autores, los luthiers de aquella época (siglo XIII) se beneficiaron de una madera de extraordinaria calidad producto de un crecimiento ralentizado de los árboles como consecuencia del llamado mínimo de Maunder.
Entre los años 1625 y 1720 se produjo en Europa lo que se ha dado en llamar la pequeña Edad de Hielo, un descenso generalizado de las temperaturas, con inviernos largos y veranos fríos, que Maunder atribuyó a una perturbación de la actividad solar. Ese descenso de las temperaturas se observa en los anillos de crecimiento arbóreo como una serie de anillos mucho más delgados de la media. Los árboles engrosaron menos, pero la madera tenía más densidad de lo habitual y esa mayor densidad explica el que hoy sean irreproducibles los instrumentos musicales construidos durante aquella época.
Creo que esto es de lo más interesante y me parece una observación válida, afirma Helen Hayes, presidenta de la Sociedad Violinística de América, en Nueva Cork.

Un genio inimitable

Los violines Stradivarius son los más preciados instrumentos musicales del mundo. Entre los cerca de 600 ejemplares que aun se conservan hay algunos valorados en más de un millón y medio de euros, es decir, más de cien veces de lo que costaría el más perfecto ejemplar artesano moderno y más de diez mil veces que los procedentes de fabricaciones industrializadas.
El violín, que en el pasado no gozó de una gran reputación, surgió en el Norte de Italia hacia 1550 y se utilizaba para acompañar danzas o para doblar a las voces en la música polifónica. No fue hasta el siglo XVII y comienzos del XVIII cuando el arte de la construcción del violín alcanzó sus cotas más altas en los talleres familiares de los italianos Stradivarius, Amati y Guarneri, y del austriaco Stainer.
Antonio Stradivarius (1644-1737, Cremona) llevó su oficio de constructor de instrumentos, en especial de violines, a su máxima perfección. La creencia popular piensa que existía un secreto cuya transmisión familiar se quebró a comienzos del siglo XIX.
Cada violín, desde el más preciado Stradivarius al más vulgar producto industrial, posee una voz propia. Una persona cultivada musicalmente es capaz de distinguir entre Plácido Domingo y Pavarotti cuando cantan la misma pieza operística. Algo semejante es aplicable a los diferentes violines. En los últimos 150 años numerosos científicos, entre ellos físicos tan famosos como Helmholtz, Savart, o el Nobel hindú Chandrasekhara Raman han intentado conocer las bases científicas de esas diferencias en las cualidades y características de los sonidos.